Tiene cuatro ingredientes, nombre caribeño y es típico español: un clásico de la infancia barato, fácil e inmortal

Tiene gracia que un plato tan extremadamente simple esconda detrás una historia ajetreada que le llevó a surcar los mares y recorrer cientos de kilómetros en nuestro país hasta erigirse como todo un clásico familiar. Podríamos decir que es uno de los genuinos platos combinados, compuesto por solo cuatro ingredientes: arroz blanco, salsa de tomate, huevos y plátano.

Efectivamente, hablamos del arroz a la cubana, esa mágica mezcla de componentes humildes que crean un festival de sabores y texturas en el plato con solo cuidar mínimamente la calidad de los ingredientes y su preparación. A muchos nos traslada a comedores escolares, cafeterías, menús del día y cantinas de campamentos de verano, a comidas en casa de la abuela o cenas familiares entre semana. Hay quien omite el plátano y otros añaden salchichas o incluso filetes de lomo; no hay combinación errónea.

En Cuba se desconoce pero es en su gastronomía donde nació esta maravilla, gracias a los españoles que aprendieron ciertas costumbres como el acompañar tantas comidas con arroz blanco a menudo añadiendo plátano del llamado macho al conjunto, generalmente frito. Al volver a España, los emigrantes y exiliados que volvían a la madre patria dieron rienda suelta a su nostalgia cubana a través de la cocina, y no tardaría en añadirse el plátano de Canarias a la ecuación.

Sea como sea, si se hace bien, con una buena salsa de tomate y cocinando en su punto los huevos fritos o a la plancha, es un manjar infantil que casi gusta más a muchos adultos, y te salva la cena. A mi padre le chifla, incluso cuando omite el tomate si no tiene a mano buena salsa casera. El frito de brick es un poco una abominación, aunque también despierta la nostalgia infantil en muchos paladares.

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